Mariano I el mentiroso

Mariano I el mentiroso
las gaviotas del PP no son bienvenidas

martes, 24 de marzo de 2015

Miedo al cambio


   En las elecciones autonómicas andaluzas celebradas el pasado domingo lo que ha quedado meridianamante claro es que los votantes andaluces tienen miedo al cambio y que ante la disyuntiva de cambiar o continuar votando a los partidos tradicionales han optado por lo segundo.
   Los partidos tradicionales en Andalucía (PSOE, PP e IU es cierto que han perdido un abultado número de votos y que los electores han cuestionado en muchas ocasiones su liderazgo en el panorama político andaluz pero aún así han cosechado entre los tres 85 diputados a pesar del zarpazo que les ha supuesto la irrupción de dos nuevas formaciones Podemos y Ciudadanos.
   Bien es cierto que tanto el Psoe como el PP han hecho muchos méritos para que los ciudadanos no les voten. Unos por los casos de corrupción que han salpicado, cuando no mojado completamente, al Psoe en forma de Eres irregulares o cursos de formación y otros con políticas a nivel estatal de muy dudosa utilidad para frenar la crisis y que en cambio están causando mucho daño a los ciudadanos. Entonces, ¿cuál es la causa de que el castigo no haya sido más grande?
   Como casi todo en esta vida, la respuesta no es única.
   Podemos hablar de la campaña mediática que la prensa en general y de algunos medios en particular han hecho en contra de Podemos, aireando con profusión noticias sobre Venezuela, como si Maracaibo estuviera al lado del Guadalquivir, o la campaña en el sentido contrario que se hizo en favor de Ciudadanos.
   Pero creo que la verdadera razón para que el cambio no se haya producido ha sido el miedo al cambio, el miedo a perder el status quo de cada uno, las redes clientelares que se han ido tejiendo a lo largo de más de tres décadas en Andalucía y que pueden compararse con las que ha tejido el Partido Popular en otras comunidades como Galicia. A nadie debe pillar por sorpresa que sucedan en España esta suerte de caciquismo moderno ya que bebe en las raices más profundas de la política española desde el siglo XIX, de tal forma que es tan típico en España como el flamenco en Andalucía o la muñeira en Galicia y en cierta forma "así nos va".
   Decir que esto no sucede en Galicia o en Andalucía, por supuesto en muchos otros lugares, es desconocer la realidad de ambas comunidades. En ambas falta un proceso de desarrollo industrial y una dependencia muy alta de los empleos públicos como una suerte de estabilidad que propician esta forma de caciquismo de la que venimos disfrutando desde hace siglos y que impide o frena en gran medida el cambio en ambos sitios. Dice un refrán "hay que tener amigos hasta en el infierno" y el favor en muchos casos se debe al político más o menos cercano (ayuntamiento o diputación) y cuando llegan las elecciones es el momento de pagar el favor con el voto correspondiente.
   ¿Es comprensible entonces lo sucedido hace un par de días?  Claro que lo es y además es facilmente entendible que nada cambiará mientras los votantes no entiendan que no se puede seguir votando a los políticos que sostienen o amparan a los corruptos o a los que fomentan políticas que perjudican a los ciudadanos más débiles.
   

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